Juan 15, 1-8:
Domingo, 2 de mayo de 2021 (5º T P B)
Este domingo escuchamos a Jesús la parábola de la vid y los sarmientos. En el Antiguo Testamento se utilizó con frecuencia la imagen de la vid (el pueblo, labrador y ganadero podía entenderla muy bien) y así expresar simbólicamente la relación de Dios con el pueblo elegido. Viña que Dios plantó, cuidó, podó, como buen labrador. Pero la respuesta del pueblo no fue la esperada, no dio los frutos que Dios quería, fundamentalmente porque la savia de que se estaba alimentando no era el mismo Dios, sino las normas y preceptos elaborados por los hombres.
Cuando Jesús se hace presente como enviado del Padre dice: “Yo soy la vid verdadera” (y el camino, la verdad, la vida…). Podríamos traducirlo como: yo soy quien os transmite la vida que da el Padre. A través de él nos llegan los deseos de Dios.
Y, como a la vid y los sarmientos, hay que cuidarlos, podarlos para que den fruto. Podar la vid es limpiarla, purificarla, quitar lo improductivo y potenciar lo sano para que dé más y mejor fruto. El sarmiento necesita la savia de la vid. Por sí solo, separado de la vid se seca y muere. Así, el que no esté unido a Jesús para recibir su vida y su palabra, con el tiempo, se seca. Es necesario alimentarse de él para poder dar los frutos del amor a Dios y a los demás.
Que en este tiempo de Pascua el Señor nos de estar bien unidos a él y recibir la savia del Señor Resucitado.
Juan Ramón Gómez Pascual, cmf