21 de julio de 2019. (16º T O C)
El evangelio de esta semana nos recuerda la visita de Jesús, en Betania, a la casa de sus amigas Marta y María. Cada una con una forma de ser y un carácter diferente: Marta es activa, inquieta, preocupada para que al Maestro no le falte nada; una buena ama de casa. En cambio María parece ser una mujer más tranquila, más cercana al trato directo con las personas, menos preocupada por las cosas materiales. En vez de echar una mano, se sienta a escuchar lo que cuenta Jesús. Y, lo que puede parecer lógico, Marta se queja de que su hermana no la ayude. Entonces Jesús, lleno de delicadeza, le recuerda que “solo una cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte”.
El mismo Jesús que en días pasados nos hablaba de la necesidad de actuar con el prójimo, de tener una actitud de servicio a los demás, de la importancia de la caridad, hoy nos habla de la importancia de la escucha y la oración. Han de ser dos actitudes que se complementen. La fe y las obras de las que nos hablaba el apóstol Santiago.
Nadie puede dar lo que no tiene. Si no tenemos una actitud de escucha para conocer lo que Dios quiere de nosotros, difícilmente podemos tener una muestra de amor y caridad que no se quede en pura filantropía. El seguidor de Jesús tiene que apoyarse en estas dos columnas: la oración y la caridad. La vida interior y la entrega al prójimo. El Maestro no tomaba decisiones importantes sin antes retirarse al monte para hacer oración y escuchar la voluntad del Padre.
Recuerdo una frase que leí hace un tiempo y me gustó: “Si Dios nos escucha, se resuelve un problema. Pero si escuchamos a Dios, se resuelve una vida entera”.
Juan Ramón Gómez Pascual, cmf
2019-07-20