25 de agosto. 21º T O C
Hoy nos recuerda Jesús en el evangelio la necesidad del esfuerzo de cada día para el que quiera ser su discípulo. Nos cuenta san Lucas que Jesús iba a Jerusalén, aún sabiendo lo que allí le esperaba, y que un judío le hace la siguiente pregunta: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” En la mentalidad judía de la época solo se salvarían los pertenecientes al pueblo elegido, los judíos. Hoy, en la Iglesia, también hay personas con una mentalidad semejante, y viven su fe de una forma bastante particular. Recuerdo que hace unos años, cuando D. Antonio Mingote publicaba sus viñetas en el ABC, había una que retrataba esta misma realidad: dos señoras, muy bien compuestas y arregladas que comentaban: “Salvarse, salvarse…nos salvaremos las de siempre”.
La respuesta de Jesús al judío, y también a nosotros, nos deja las cosas claras: “esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Muchos intentarán entrar y no podrán”. Y como advierte Jesús puede que alguno “de los de siempre” no pueda entrar, a pesar de haber comido y bebido con él. Incluso que “vendrán algunos de oriente y occidente y se sentarán en la mesa del Reino de Dios”. El simple hecho de estar bautizado, de asistir a las celebraciones, no es el pasaporte para el Reino de Dios. Es necesario entrar por su puerta, seguir su mismo camino, preocuparnos por los demás, amar como él lo hizo. La respuesta de Jesús al judío nos muestra claramente cómo ha de ser nuestra vida para que al final podamos oírle decir: “Venid, benditos de mi Padre…”.
Juan Ramón Gómez Pascual, cmf