29 de septiembre de 2019. 26º Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C.
De nuevo la palabra de Dios llama nuestra atención sobre el uso de las riquezas. El profeta Amós clama contra los que no entienden qué es la justicia ni la solidaridad.
Las palabras de Jesús en el Evangelio (parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro: el rico que tiene al pobre y enfermo sentado en la puerta de su casa y tiene más consideración con sus perros que con esta persona), sirven para darnos un toque de atención sobre nuestras actitudes. “No podéis servir a Dios y al dinero”, nos decía el domingo pasado. Hoy nos cuenta esta parábola del rico y el pobre. El rico no se ve afectado por nada; el mal parece que no va con él. Lo malo es que su cómoda vida le lleva a olvidarse del que tiene cerca y está sufriendo. Se vuelve insensible. Esto abre un abismo insalvable entre él y el pobre.
En nuestros días sigue habiendo situaciones semejantes. Algunos pretenden incluso hacer responsable a Dios de estas situaciones (otra forma de escurrir el bulto). Pero los responsables somos nosotros, aquí y ahora. Nuestra fe no puede hacernos prescindir de los otros, y menos aún de los que sufren (en ellos se nos hace presente Jesús). Debemos construir puentes de justicia, misericordia, de compasión y ayuda, que salven los abismos entre unos y otros.
También san Pablo, en la carta que leemos este domingo, nos recuerda cuales han de ser nuestras actitudes. ¿Hasta qué punto influyen en mi vida las necesidades de los demás?
Juan Ramón Gómez Pascual, cmf