LUNES 1 DE ENERO DE 2024
Lucas 2, 16-21
«Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4,4). «Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción» (Lc 2,21).
Dice el Papa Francisco que, nacido de mujer: así es cómo vino Jesús. No apareció en el mundo como adulto, sino que fue «concebido» en el vientre (Lc 2,21): allí hizo suya nuestra humanidad, día tras día, mes tras mes. En el vientre de una mujer, Dios y la humanidad se unieron para no separarse nunca más. En Dios estará para siempre nuestra humanidad y María será la Madre de Dios para siempre.
Jesús, recién nacido, se reflejó en los ojos de una mujer, en el rostro de su madre. De ella recibió las primeras caricias, con ella intercambió las primeras sonrisas. Con ella inauguró la revolución de la ternura. Tú, mirando al niño Jesús, estás llamado a continuarla. De hecho, al igual que María, la Iglesia, de la tú formas parte, es mujer y madre y en la Virgen encuentra sus rasgos distintivos. La ve inmaculada, y se siente llamada a decir “no” al pecado y a la mundanidad. La ve fecunda y se siente llamada a anunciar al Señor, a generarlo en las vidas. La ve, madre, y se siente llamada a acoger a cada hombre como a un hijo.
Buenos días.
Papa Francisco