Mateo 13, 1-9:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
De nuevo se nos propone hoy la parábola del sembrador.
Es posible que te veas reflejado o reflejada en todos esos terrenos en donde cae la semilla.
Lo importante es que cada día te vayas haciendo mejor tierra para que la semilla que Dios siembra en tí dé los mejores frutos.
Vuelve hoy a examinar la disposición que tiene tu tierra para recibir la Palabra de Dios y dar los frutos deseados.
Buenos días.
Antonio Sanjuán Marín, cmf