LUNES 21 DE OCTUBRE
Lucas 12, 13-21:
«Guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes… Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».
Vivimos inmersos en el consumo y en el tener. Acumulamos cosas y más cosas.
No sabemos vivir si no estamos rodeados de todo aquello que nos proponen los medios de comunicación, la publicidad o la moda. Queremos ser ricos para disfrutar de todo lo que la riqueza nos puede proporcionar.
Pero todo eso, como todo lo humano, es efímero y se puede quebrar y romper en cualquier momento.
La sabiduría del Evangelio de hoy nos invita a hacernos ricos ante Dios.
Y la riqueza que Dios valora y quiere es precisamente nuestra pobreza, nuestro desprendimiento, nuestro saber ponernos con absoluta confianza en sus manos…
Que sepamos valorar, ante todo y sobre todo, su amor, su cariño, su cercanía, su perdón, su gracia, su bondad, su misericordia…
Esta es la riqueza que nadie ni nunca nos podrán arrebatar. Llénate de la riqueza de Dios que es la única riqueza que te puede enriquecer y saciar para siempre.
Buenos días.
Antonio María Sanjuán Marín, cmf