Mateo 13, 24-30:
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga, apareció también la cizaña».
Seguimos con la parábola del sembrador. Hoy la contemplamos desde el «sembrador de la cizaña».
Tú y yo y todos nosotros somos campo en el que la «cizaña» puede ser, y de hecho lo es muchas veces, sembrada.
Notamos en nosotros que no solamente crece el trigo bueno. También crece la cizaña de otras cosas que no quisiéramos que crecieran.
Crece la envidia, crece la pereza, crece el egoísmo, crece el desamor, crece y crece la cizaña…
Y también cada uno de nosotros puede ser «sembrador de cizaña».
Sembramos cizaña cuando nos resistimos al servicio, cuando caemos en la crítica, cuando no sabemos escuchar ni tampoco sabemos servir…
Pedimos hoy al Señor que arranque de nuestro corazón la cizaña que vaya brotando.
Y también pedimos al Señor que nunca seamos sembradores de cizaña en el corazón de los demás.
Buenos días.
Antonio Sanjuán Marín, cmf